El socio de C&D Asesorías analiza el antes y después de la industria cerecera y cómo los actores deben alinearse para exportar fruta de mejor calidad.
La sobreoferta del fruto rojo, unido a la crisis económica en China, nuestro principal mercado de destino, dejó lecciones importantes en torno a lo que no se debe hacer para la próxima temporada y de lo que se debe mejorar como industria, pensando en potenciar calidad más que cantidad.
Luego de una campaña compleja, con un crecimiento en las exportaciones por sobre el 50%, pero una baja en los precios de casi un 30% y una severa caída en la rentabilidad, llegó la hora de analizar qué pasó, cuáles fueron los factores que incidieron en esta caída y quiénes son o serán los más perjudicados en el rubro.
Al respecto, Smartcherry conversó con el ingeniero civil industrial Sebastián Cartwright sobre la nueva realidad en cuanto a exigencias del mercado y de su viabilidad económica para los productores.
– ¿Cuál estimas que ha sido el nivel de afectación para los productores con lo que sucedió en la reciente temporada, especialmente por el exceso de volumen?
El impacto en los productores varió según el momento de exportación. Las frutas tempranas lograron buenos precios, y la fruta empacada hasta el 4 de diciembre mantuvo valores similares o levemente más bajos a la temporada pasada. Sin embargo, después de esa fecha, los precios cayeron drásticamente, con retornos de alrededor de 2 dólares dependiendo de la curva de calibre. Después de una ligera alza debido a una expectativa de escasez de fruta causada por el incidente del Maersk Saltoro, los precios retomaron su tendencia a la baja, con retornos que oscilaron entre 0 y 1 dólar, e incluso en algunos casos fueron negativos.
Los productores más pequeños, que dependen de anticipos y exportadoras, y que además tuvieron una mala producción o fruta tardía, podrían enfrentar grandes pérdidas y dificultades para sostenerse hasta la próxima temporada. En muchos casos, los cuarteles con baja producción y malas curvas de calibre podrían representar un mayor costo de mantenimiento que el beneficio esperado, haciendo más conveniente arrancarlos.
Es difícil tomar decisiones ahora, ya que, aunque la producción fue buena y sin problemas climáticos, la caída de precios afectó significativamente la rentabilidad. La industria deberá evaluar qué calibres seguir exportando, ya que no existen mercados alternativos para absorber grandes volúmenes, con China dominando el sector de manera determinante.
Aún estamos a la espera de las liquidaciones, y en este escenario, las exportadoras con packing propio tienen una ventaja, ya que pueden ajustar sus márgenes y mitigar las pérdidas para los productores. En cambio, aquellas que dependen exclusivamente de servicios externos no cuentan con esta opción.
– ¿Hacia dónde se deben enfocar, entonces, los esfuerzos y cómo gestionar los recursos?
El productor debe enfocarse en maximizar la eficiencia de sus huertos. Actualmente, hay cuarteles con baja producción y calibres deficientes que deberían salir de la industria.
Por otro lado, existen programas de agroinsumos con costos que van desde los dos mil hasta más de seis mil dólares, y es fundamental evaluar cuáles realmente se justifican y cuáles no. Aquellos que no aportan beneficios deben eliminarse para optimizar los recursos.
También hemos observado que las navieras incrementan las tarifas de los contenedores de cerezas específicamente en ese período, mientras que luego bajan para los nectarines y otros productos. Esto ocurre porque la cereza tenía margen, hoy no lo tiene.
Además, los packing y materiales deben contribuir a reducir los costos de los servicios, ajustando sus márgenes. En cuanto a las exportadoras, en Chile hay más de 300, lo que hace que coordinarse entre tantas sea un desafío. A pesar de las dificultades, es fundamental que todos en la cadena colaboren para enfrentar estos desafíos como industria. No será fácil, pero encontrar puntos de acuerdo es clave para la sostenibilidad del sector.
¿Por dónde se podría enfocar el esfuerzo de aunar criterios? ¿Desde los gremios? ¿Desde lo público?
Existe el Comité de Cerezas, y quizás deberíamos impulsar su trabajo, aunque no es sencillo, ya que formar una exportadora y enviar fruta es relativamente fácil, lo que ha generado un gran número de actores en la industria. Esto dificulta la tarea de unificar criterios, especialmente en la definición de calibres.
Por otro lado, los productores hemos adoptado una estrategia de protección que ha tenido efectos mixtos. Si bien ha asegurado el envío al mercado más rentable, que es China, también ha restringido la posibilidad de diversificar destinos. Países como Estados Unidos pagan menos, con retornos de alrededor de tres dólares en comparación con los cinco que ofrecía China.
Debemos abrirnos a la posibilidad de ver cómo trabajamos en conjunto, con las exportadoras, para lograr abrir mercados en conjunto. El punto es que hasta el año pasado, China era muy atractivo por el hecho de pagar más y no había mucha disposición a dejar dólares en la mesa por abrir mercados nuevos. Probablemente con lo que pasó, y ante la incertidumbre, hoy día sí estemos dispuestos a sacrificar algunos dólares de retorno, pero seguros.
Finalmente, aún no sabemos cómo esto afectará al volumen total de producción, considerando que siguen sumándose nuevas hectáreas al mercado, y al productor le es difícil arrancar las plantaciones.
– ¿Es a tu juicio una solución producir menos volumen y enfocarse sólo en la calidad de la fruta?
Sí, pero aquí hay un punto clave a considerar. Si se redujera el volumen a sólo cinco mil kilos por hectárea, con precios de dos o tres dólares, no sería suficiente para cubrir costos. En cambio, producir entre 12 y 15 toneladas de ciertas variedades sigue siendo una opción viable. En el pasado, algunos huertos alcanzaban 25 toneladas con fruta de calidad inferior, pero sobrevivían porque había mercado para calibres más pequeños. Hoy, ese modelo ya no es sostenible; la producción debe centrarse en calidad más que en cantidad.
Además, es fundamental segmentar mejor la fruta, priorizando menos porcentaje de embalaje pero garantizando que llegue en óptimas condiciones. Si se eliminara la L y XL del mercado, se estarían sacando entre 20 y 30 millones de cajas que no habrían terminado en China. Si en lugar de exportar 125 millones de cajas se enviaran 100, ¿cómo habría afectado al precio? Posiblemente de manera positiva.
Este ajuste en la estrategia de producción y exportación puede ser determinante para mejorar la rentabilidad y la estabilidad del mercado.
– Respecto de las variedades, ¿hay algunas que efectivamente ya no se pueden exportar?
No se trata de eliminar variedades de manera tajante, pero sí es cierto que algunas presentan problemas que dificultan su exportación. Hay variedades que, por su condición, llegan demasiado blandas y deben salir del mercado.
Un ejemplo es la Sweetheart, que sigue siendo poco atractiva para algunas exportadoras. Este año tendrá una liquidación desfavorable, y aunque tomar la decisión de arrancarla no es fácil, su futuro dentro de la industria es incierto. Si el mercado sigue mostrando desinterés, probablemente termine desapareciendo.
También está el caso de la Bing, una cereza muy firme, pero con problemas de calibre, ya que no crece lo suficiente en comparación con otras variedades. Es mucho más fácil producir una Lapins de mayor tamaño que una Bing, por lo que algunos productores podrían optar por dejar de producirla, no porque sea una mala variedad, sino porque los números simplemente no justifican su producción para el productor.
En definitiva, la continuidad de cada variedad dependerá de su capacidad de adaptarse a las exigencias del mercado y de su viabilidad económica para los productores.